sábado, 28 de agosto de 2010

El Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez: Más allá de la plaza de toros.

Hace catorce años las personas que llegaron a organizar el festival de música del pacífico Petronio Álvarez no pensaron –creo yo– que este evento se desbordaría o tendría las magnitudes que tiene ahora. En su versión número catorce, vimos un poco más de calidad musical en algunas de las modalidades, sin embargo, queda la pregunta y la crítica ante la baja presencia de grupos en la categoría de chirimía siendo que este año el presupuesto para el festival fue de aproximadamente 1800 millones de pesos (según comentó el secretario en la presentación del festival a los medios de comunicación). Me cuestiono ante la masiva presencia de los grupos en modalidad marimba y libre, como también en la “extraña” convocatoria que se hizo para este año en la que quedaron muchos grupos por fuera, pero esto es una de las tantas cuestiones que me dejó este Petronio: “demasiado de todo” como dijo Germán Patiño en su columna de El País.

Durante los cinco días de “festival” la gran mayoría de personas (jóvenes, personas del exterior y extraños a este encuentro) pensaban en la rumba de la calle del pecado, en la gran cantidad de bebidas, que el arrechon, que la tomaseca, el viche…que llegó en la lancha!, pero pocos nos preguntamos sobre la desconfiguración de este festival que en lo personal fue usado para posicionar el último año de nuestro queridísimo alcalde Jorge Iván Ospina, de su secretaria y su “maravilloso y grandioso” aporte a la cultura caleña. Pensó por ejemplo, en las condiciones indignas en las que estuvieron (por cinco días) los músicos, las cantadoras y demás personas que vinieron desde lugares lejanos a Cali en el hotel Los Reyes. En una visita a mis amigos y amigas de Quibdó, presencié una escena bastante indigna, uno de los camarotes se cayó con solo subirse uno de los muchachos del grupo Son Bacosó. Por si fuera poco, llevaban dos días sin que les cambiaran las sábanas y les asearan el baño; y en plaza se promulgaba “el posicionamiento de este festival de festivales, de su fuerza como “industria cultural” y su “importancia” para la ciudad. Ahora yo me pregunto, ¿Jorge Iván Ospina fue al Hotel Los Reyes? ¿Estuvo en “La calle del pecado” (la calle del descaro para mí, con todo respeto a quienes habitan allí en la normalidad de la calle), haciendo “control” de los robos, abusos y peleas que se dieron?

Lo anterior hace notar la cantidad de inquietudes que generó este festival no solo en términos de logística (que me pareció bastante precaria, desorganizada e irrespetuosa con las/los periodistas, espectadores/as y el público en general), sino en lo cultural y en lo musical. Para mencionar algo de lo musical, vimos una vez más a Baterimba, una idea que hace dos años fue muy innovadora, una sola persona tocando alrededor de cinco instrumentos. En este 2010 llegó un con instrumento más, el bajo, que retumbó en todos los rincones de la plaza, así como su frase “Y que ésta sea la única bomba que estalle en Colombia y en el mundo”. Ahí si se vuelve importante el público, la gente que no está en arena, que grita y hasta se pelea estar abajo, pero desde mi humilde opinión, lo que hizo que ganara Baterimba fue el performance, lo musical pareció que fue el mismo repertorio de la versión de 2008. Queda la pregunta de si lo que cuenta es lo “musical” o la puesta en escena…que lo digan sus propios y propias protagonistas. O por qué durante las eliminatorias al menos unas cuatro veces se escuchaban las mismas canciones (San Antonio, La Choca, Mi Buenaventura), cuando el Pacífico tiene tanto repertorio y se está desarrollando a cada instante en los hogares, fiestas y corrinches de Quibdó, Tumaco, Santander de Quilichao, Timbiquí o Guapi.

Aquí me podría quedar, porque el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez tiene mucha tela que cortar. Pero más allá de la crítica, busco soluciones, la primera y la más importante, este festival no puede estar permeado por intereses políticos que en vez de aportar, dañan y degradan el proceso del festival. Que se convierta en una corporación, que sea una organización abierta pero controlada por otros entes que no sean la alcaldía, que en espacios como el Encuentro de investigaciones sobre músicas tradicionales del pacífico, se organicen comités académicos, de verdadera investigación y que integre a músicos, cantadoras, compositores/as a todas y cada una de las personas que aportan a la permanencia de unas prácticas sonoras, pero de una manera ordenada y justa. Porque las músicas locales y regionales merecen respeto y mejores condiciones de difusión, así como al público, a los músicos y cantadoras porque sin ellos y ellas, el festival no existiría.



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